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El delegado del Zorro Los recuerdos de aquel tiempo son como restos de un naufragio que un oleaje persistente trae una y otra vez. Vuelven casi intactos, dispuestos siempre de la misma forma, reclamando una historia que los una. Es la historia de la muerte de mis primeros héroes. Pasaron más de treinta años y no recuerdo todos los detalles, pero puedo reemplazarlos, sin esfuerzo, sin pérdida, por fragmentos posibles. A los tres años yo tenía dos héroes, Tarzán y el Zorro. Los conocí por las series de televisión. A los dos los mató la culpa. En el caso del primero fue una muerte violenta. Tuvo que enfrentarse a mi papá. Ese día yo estaba mirando Tarzán en la tele. Imagino que mi viejo estaría celoso de mi admiración por el Rey de los Monos. Me dijo algo así: —Así que lo querés más a Tarzán. Entonces me voy. Después salió por la puerta del comedor que daba a la cochera, se subió al auto y lo puso en marcha. Fue como tirar una bomba, frente a la que Tarzán, invencible en la lucha cuer...

Jam en Familia (*)

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Foto. Eli Rojas Cuando tenía cuatro años me perdí en la peatonal. Mejor dicho, perdí a mi mamá. Íbamos caminando con ella y en un entrevero de polleras me tomé de la falda equivocada. Avancé unos pasos hasta que me di cuenta de que no reconocía la tela y menos la sonrisa de la mujer que me miraba por encima.  Di media vuelta y corrí a buscar a mi mamá que se había quedado prendida de alguna vidriera y que, sin volverse, me ofrecía la mano como si nunca me hubiera perdido de vista.  Está bien, fueron sólo cinco segundos, pero segundos de desesperación, y además a esa edad el tiempo pasa mucho más lento que ahora. Ahora es esta tarde de septiembre,  cuando avanzo por el salón donde ocurre la segunda Jam en Familia y veo a una nena de esa misma edad correr con esa misma desesperación, detrás de su mamá que avanza entre cuerpos desconocidos que se mueven al ritmo de una música inquietante. Sería terrible perder a la mamá de uno en una jam. Más que en la peatonal, e...

Jam

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Foto: COBAI Cuerpos en el suelo, respirando en sordina, inmóviles más allá del aire que nos mece adentro. O tal vez algún rolido, algún estirarse, pero de cuerpos todavía en estado fetal en ese suelo-útero. Y aunque ya existe una danza ahí -y aunque exista una danza siempre-, en algún momento alguien hace un gesto que pasa a tener intención de danza. Es una aproximación, un señalamiento, un llamado a otro cuerpo, y a todos. La respuesta, antes que verse, se oye o se huele como el meteoro que aún no ha llegado a tocarnos. Es una melodía de roces, de respiraciones que se aceleran, de manos y pies que frenan, apoyan, empujan. Un olor a lluvia de danza. Por ahora es uno, o son dos, la semilla. Lo que viene después se parece a una reacción química, al crecimiento de una planta, al agua ocupando un cauce cuando crece un río de montaña. Multiplicación, propagación y mutación. Es el universo haciéndonos comprender que somos el universo. Y estamos acá, ahora todos, (de)liberadamente o no...

La sensación de volar

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Foto: Ticiana Navarro Es el décimo verano de la vida, es de noche, y un juego, o un encargo de la madre, algo quiere que el chico tenga que ir hasta  el fondo de la casa de Alberdi, a aquel lugar que insisten en llamar garage pero que jamás ha alojado un auto. Hay  que hacer u nos treinta metros , primero por un pasillo lateral, luego bordeando el patio que, semioculta entre las plantas de la medianera, sólo ilumina  una escasa  farola   de hojalata verde. Contra el otro lado, cinco cipreses enormes  se levantan para sostener el cielo negro y dominar la escena como guardianes inquietantes. El niño los escucha sisear con el viento como si desaprobaran su presencia; mirándolos todavía de reojo abre el portón de chapa y busca la llave de la luz. Para no  reconocer el miedo, obedeciéndolo a la vez, se abandona al impulso infantil de hacer todo, lo que fuese que iba a hacer, a la mayor velocidad posible. Otro detalle que jus...

La solitaria vida

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Foto: F. Pellegrinet Ese hombre que grita, al hablar, en la playa esta tarde, todo el tiempo, qué silencio deberá, en calma desesperación, soportar, bajo qué fría luz en la interminable sombra, mudo pilar grisáceo, el resto del estúpido, en el sentido de insostenible pero sostenido, año. O si no: ese hombre que grita, al hablar, en la playa esta tarde, todo el tiempo, qué ruido deberá, colgando en un vacío de días ocupados, sostener, monótona cadena sonora, al denso lastre, del mediocre, en el sentido de prescindible pero persistente, mundo. Así comprimido, o si no, tensado, todo ese año, a todo ese mundo, el hombre, una vez afuera, aquí, no puede sino eso, gritar. Podría imaginarse, ese grito, irritante como suena ahora, en la playa esta tarde, pero esta vez necesario, imprescindible, liberando de a poco al emisor, demoliendo ese pilar, cortando esa cadena, llevándose, agudo y estival como la ga...

La chica del surfer

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Foto: F. Pellegrinet Bonita, escultural, bronceada, sentada en la arena o caminando, ella espera. Mira el mar. No lee, no toma sol, no habla con nadie.   No practica el deporte más popular de la playa: mirar a los demás. Ella sólo mira e l mar, lejos,  donde está él.  A llá, en el agua, algunas mujeres surfean. Ella nunca, sólo ama el surf como acto de su hombre .   Y amando el surf de su hombre, lo ama a él. En algún momento ella se para, o se detiene, se pone en alerta. Su hombre está  volviendo. Empieza a caminar sobre la línea de espuma que deja el agua en retirada, ajusta su posición hasta encontrar el punto exacto en que lo dejarán las olas. Lo recibe con un beso. Lo acompaña, él extenuado, hasta el lugar donde se instalaron hace un par de horas ya bien entrada la tarde. Le sirve algo de tomar. Escucha la síntesis de la jornada, tamaño y forma de las olas, viento, temperatura del agua, alguna proeza mayor o menor.  Por un rato más él seg...

Zap, zap, zap

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Foto: Svante Adermark Un comerciante fue asaltado esta tarde en el barrio de la boca se prepara para el encuentro por la copa toyota corolla, el placer de manejar tus emociones, disponible en versiones indican que se trataría de los mismos delincuentes que la semana pasada robaron cuatro mil pesos para el participante uno, dos mil para el participante dos, y ahora vamos a la rueda de la fortuna para ver quién es barney / quién es barney / es un dinosaurio / bueno y divertido / qué hace barney / qué hace barney / canta y baila / y juega todo el día / dónde está barney, dónde está, dímelo maldito hijo de perra, antes de que empiece a arrancarte los dientes sanos y radiantes con el nuevo fluordent, con un sabor que hará que tus besos ya no son como antes, dime qué te pasa carlos marcelo, quiero que me digas si existe otra mujer moderna, que con su trabajo, su casa, su familia, no tiene tiempo para el cuidado de su piel, le recomendamos la aplicación de una crema pastelera, cien g...