En terapia
Con mi analista trabajamos de esta manera: nos internamos en la espesura del lenguaje, y en algún momento, puede ser aprovechando un lapsus o mi silencio, me dejo caer -o él me empuja- en algún pantano del inconsciente. Mis pies revuelven el fondo durante un rato. Cuando ya no aguanto más busco otra vez suelo firme. Una vez recuperado, seguimos adelante hasta el próximo pantano. A esta altura, es sabido que el objetivo no es buscar aguas cada vez más claras, sino acostumbrarme al barro.
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