Pájaros II

Las golondrinas volvieron a la ciudad hace un par de meses. De noche se refugian en los árboles y en las salientes de la barranca. Pero de día planean entre los edificios. Se balancean durante horas en las corrientes de aire, saltan de una corriente a otra. Son artistas del trapecio.
Su canto breve y contundente puede oírse aun en la monocorde densidad del ruido céntrico. Días atrás lo reconocí en la ventana de mi baño cuando, amplificado por la acústica de los azulejos, me despertó mucho antes de lo previsto. Me acerqué y trepé con cuidado al borde de la bañera. Eran dos. El azul de sus lomos, un azul oscuro y tornasolado, me produjo una sensación para la que sólo encuentro una palabra: infinito.
Sentí también esa vaga incomodidad que, unida al goce, suelen causarme las situaciones de extrema belleza. En algún momento las golondrinas iban a volar y yo tendría que admitir esa desaparición, en este caso inmediata, ni siquiera gradual como la de las flores del jacarandá en noviembre. Preferí anticiparme, y con un chistido las eché de mi ventana.


Comentarios

  1. Hola!!!!
    Tengo una entrada de las golondrinas en "Villa Ventana", donde hacen un descanso en su inmigración....
    Un abrazo de oso.

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