Pájaros III

Pablo Picasso - Las palomas (fragmento)

Una paloma atraviesa el amplio sector de cielo visible, sin mover nunca las alas. Avanza entre los edificios sin hacer el menor movimiento hasta desaparecer de mi campo visual. Me digo que si no la hubiese mirado atentamente, podría haberla confundido con un pequeño avión. Segundos después, describiendo una trayectoria exactamente perpendicular a la de la paloma, pasa una avioneta.

* * *

Mi madre dice que un colibrí visita todos los días su patio para alimentarse de las flores amarillas y anaranjadas de un enorme arbusto junto a la medianera. "¿Un solo colibrí? ¿Siempre el mismo?", pregunto yo. "¡Sí, siempre el mismo!", asegura ella.

* * *

Las calandrias son las aves guerreras de la ciudad. Atacan a otros pájaros, incluso grandes como los caranchos. Combaten entre ellas, acosan a los perros y también a los humanos. Recuerdo el caso de una amiga que cruzaba el parque trotando cuando una calandria se abalanzó sobre su cabeza y, dando chillidos, llegó a rozarle el pelo con su pico. Por supuesto, ellas no tienen la menor culpa: son pura naturaleza. Después de estos incidentes, se las puede oír enseguida cantando como los dioses.

* * *

Un benteveo que decidió zambullirse a pesar de mi presencia, ya mojado, se posa en el lado opuesto de la pileta. Mientras sacude sus plumas me enfrenta con el pecho, amarillo como un limón maduro. Yo, que venía caminando alrededor del borde, elijo continuar mi recorrido, asumiendo que se volará en cualquier momento. Pero no lo hace. Empieza a caminar en el mismo sentido en que lo vengo haciendo, manteniendo  la distancia que lo separa de mí. El juego dura casi una vuelta completa, hasta que abandono y me siento en la reposera. El bicho, para festejar su triunfo, dibuja otra vez la curva invisible que en su punto medio lo hace tocar el agua. De nuevo en el borde, a casi un metro de donde estoy, mirándome de reojo, bate sus alas para secarse, suelta un grito y se va.