Sin vos no
Habíamos encontrado un hueco en el centro del galpón, nadie demasiado alto por delante y suficiente espacio para moverse, incluso para bailar llegado el caso. El recital de Morrisey recién empezaba y había una euforia todavía no encauzada del todo hacia la música, por ver al ídolo y por lo sorpresivo del comienzo tan puntual. Terminando de acomodarme, hice un reconocimiento de la zona. Lo más llamativo era una pareja adelante mío. Claramente, el fanático de Morrisey era él: siendo bastante más alto, se ubicaba por delante. Ella se conformaba con estar ahí, sin ver absolutamente nada de lo que pasaba en el escenario, abrazada a la cintura de él como si estuvieran yendo en moto. En un momento, ella le dijo algo al oído y los dos giraron hacia el fondo del galpón. Ahora él la cubría con los brazos desde atrás. Estiró la mano señalando algún lugar. Ella dijo que no con la cabeza. Él insistía, marcaba un recorrido con la mano y luego apuntaba hacia el techo para mostrarle -supongo- que estábamos en el medio del galpón. Ella insistía: no. Se dio vuelta y lo abrazó. Se besaron tres o cuatro veces. Él abandonó el asunto y volvió al recital. Ella volvió a tomarlo de la cintura y se apretó contra la espalda, como queriendo hundirse en ella.
Llegó el primer mega hit que organizó la energía colectiva. Se generó un vaivén de cuerpos más o menos uniforme, al que era sencillo integrarse: bastaba un simple cambio de peso con un pequeño rebote ante cada compás. Creo que ahí volví a mirar a la pareja porque me llamó la atención cierta rareza en el movimiento. Él pasaba de una pierna a la otra de forma descoordinada y un tanto brusca, como un barco golpeado por la ola general. Ella, aferrada todavía a su cintura, lo seguía como un chinchorro. Cuando terminó el tema, él la tomo de las manos y la pasó delante suyo. Se besaron un rato lago y después él la hizo girar y la rodeó con los brazos. En eso estuvieron a tono: con ese hit la noche había alcanzado su clímax.
El público se adormeció un poco en los dos o tres temas que siguieron, más lentos y menos conocidos. Después llegó otro mega hit, del cual no conozco el nombre. El oleaje rítmico retornó a los cuerpos, más suave y esta vez reforzado por el canto. Me gusta esa canción, así que junto a centenares de voces elevé la mía para corear el estribillo. La pareja de adelante había vuelto a la posición anterior, la del barco y el chinchorro. Lo que me llamó la atención esta vez fue el exceso de movimiento, ya que no se trata de un tema muy movido, incluso la versión del recital estaba ralentizada. La pareja había retomado el mismo balanceo anterior, demasiado veloz para el ritmo que sonaba ahora. Me hicieron acordar del caso periodístico de esas hamacas que, sin causa identificable, se mueven solas en la plaza de un pueblo santafesino. En eso pensaba cuando ella, de repente, se soltó de la cintura de él. Él también debió sorprenderse porque enseguida se dio vuelta. Hablaron. Él volvió a señalar el fondo y el techo del galpón. Ella volvió a negarse, mientras lo abrazaba de costado y daba saltitos de apuro. A esa altura, todo indicaba que se estaba meando.
La escena se repitió un par de veces más. Creo que eso me hizo perder un poco de interés y me distraje con lo que pasaba en el escenario (por entonces Morrisey arrojaba su camisa traspirada generando un revuelo en el sector vip). Así que no pude ver el momento en que la pareja decidió abandonar el lugar. Ya los tenía de frente, encarando para el fondo del galpón. Él, por detrás, la guiaba con los brazos puestos en sus hombros: ahora ella era la moto. Pasaron a mi derecha y se perdieron entre la gente.
La escena se repitió un par de veces más. Creo que eso me hizo perder un poco de interés y me distraje con lo que pasaba en el escenario (por entonces Morrisey arrojaba su camisa traspirada generando un revuelo en el sector vip). Así que no pude ver el momento en que la pareja decidió abandonar el lugar. Ya los tenía de frente, encarando para el fondo del galpón. Él, por detrás, la guiaba con los brazos puestos en sus hombros: ahora ella era la moto. Pasaron a mi derecha y se perdieron entre la gente.

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