La solitaria vida
| Foto: F. Pellegrinet |
Ese hombre que grita, al hablar, en la playa esta tarde, todo el tiempo, qué silencio deberá, en calma desesperación, soportar, bajo qué fría luz en la interminable sombra, mudo pilar grisáceo, el resto del estúpido, en el sentido de insostenible pero sostenido, año. O si no: ese hombre que grita, al hablar, en la playa esta tarde, todo el tiempo, qué ruido deberá, colgando en un vacío de días ocupados, sostener, monótona cadena sonora, al denso lastre, del mediocre, en el sentido de prescindible pero persistente, mundo. Así comprimido, o si no, tensado, todo ese año, a todo ese mundo, el hombre, una vez afuera, aquí, no puede sino eso, gritar.
Podría imaginarse, ese grito, irritante como suena ahora, en la playa esta tarde, pero esta vez necesario, imprescindible, liberando de a poco al emisor, demoliendo ese pilar, cortando esa cadena, llevándose, agudo y estival como la gaviota que, también aquí, ahora, atrapa y se lleva un resto de pan, los fragmentos, rancios y secos, de ese año y ese mundo, esa cáscara absurda, la solitaria vida.
Comentarios
Publicar un comentario