Estación de Barceloneta. 2.00 a.m.
Desde el andén de enfrente llegan gritos en catalán. Es un grupo de diez o doce chavales, todos colocados. Sólo entiendo la palabra "gitano", repetida como si fuera el peor de los insultos. De este lado, aparte de nosotros, sólo están los tres gitanos -muy jóvenes también- que a lo único que atinan es a mirar y a quedarse callados.
Por suerte la profundidad del zanjón por el que corren los rieles desalentaría el plan de cruzarlos estando borracho. Miro el cronómetro en el tablero de aquel lado. Falta menos de un minuto para que llegue el próximo tren.
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